Las fusiones y adquisiciones en el mundo empresarial generan diversos cambios; en otras palabras, tienen un impacto de manera directa en la vida de las personas que se encuentran involucradas.
Es importante mencionar que en cuanto al grado de modificación que se necesita y el estrés que conlleva, esta situación ha sido comparada como parecida a una bancarrota o al nacimiento de un hijo en una familia. También, se piensa que demanda más modificaciones y/o ajustes sociales que algunos sucesos importantes de la vida, como son la compra de una casa o la muerte de un amigo cercano.[1]
Los conflictos de las fusiones y adquisiciones a niveles de alta dirección y de finanzas son muy conocidos; sin embargo, es importante considerar que toda organización siente las negociaciones y tensiones como una ola psicológica que alcanza hasta la base.[2] Por tanto, para los trabajadores estas situaciones implican mucha incertidumbre. De manera que la única diferencia entre la adquisición y la fusión, es que en la primera existen ganadores y perdedores. Así, ser la empresa adquirida es significado en el ámbito empresarial de fracaso y también en el ámbito personal. Por último, en cuanto a las fusiones, estas no siempre son una unión entre iguales, ya que existe una transferencia de poderes, los cuales tienen impactos importantes en la evolución de la empresa y del futuro cambio de cultura.
Asimismo, algunos de los conflictos que se pueden generar son los cargos duplicados, conflictos culturales, problemas en los estilos de liderazgo, resistencias a las mudanzas, definiciones poco claras de la situación deseada, selección de nuevos empleados para puestos claves, diferencias de beneficios, rompimiento en el contrato psicológico, sensación de falta de crecimiento o de carrera profesional en la “nueva empresa”, pérdida del sentido de pertenencia, poder, status, ausentismo, se afectan la moral y la productividad.[3]
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