Dentro de los conflictos que surgen a partir de las fusiones y adquisiciones empresariales, pueden presentarse “áreas grises” donde se evidencia que la ética va más allá de la ley. Por ejemplo, si una empresa “X”, de gran envergadura, adquiere a una empresa “Y”, de menor magnitud, podría generarse la necesidad de una reducción de personal para evitar la duplicación de cargos y mantener los niveles de costos y gastos en sueldos de la empresa, protegiendo la rentabilidad de la misma.
En este punto, podría darse el caso de que la empresa “X” decide dar preferencia a su propio personal para los cargos gerenciales (una suerte de “arrogancia organizacional[1]”), asignando a algunos antiguos gerentes de la empresa “Y” en puestos de menor jerarquía, con el fin de que, en un futuro inmediato, presenten su renuncia por una frustración de su línea de carrera profesional. Si la empresa “X” tomara el camino de inducir no explícitamente a la renuncia en lugar de despedir a los gerentes en cuestión, estamos frente a una “zona gris” del proceso de adquisición. Por ello, se hace necesario analizar qué es lo ético y qué es lo legal en este caso. Para esa situación en particular, sí es válido desde el punto de vista legal que la empresa reubique a los trabajadores en otras posiciones (incluso de niveles inferiores). Sin embargo, desde la perspectiva de la ética, que va más allá de la ley, no resulta correcto que la empresa utilice la reubicación en posiciones de nivel inferior para inducir, tácitamente, a la renuncia de algunos trabajadores generándoles frustración profesional en lugar de despedirlos dentro del proceso regular y otorgarles los beneficios que les corresponden por el despido. Aquí se evidencia, de manera clara, que lo lícito no necesariamente resulta ético.
Otro ejemplo relacionado al tema de adquisiciones y fusiones donde es posible analizar las “áreas grises” se da cuando una empresa “A” es puesta en venta o es ofrecida para una fusión por encontrarse en una desfavorable situación comercial. Imaginemos que los dueños de la empresa “A” que se venderá o fusionará reciben una oferta de dos empresas compradoras. La primera ofrece un precio bastante alto y atractivo, pero se sabe que esta empresa no se preocupa en lo absoluto por el personal y sólo se enfoca en sus resultados financieros. La segunda, por el contrario, ofrece un precio promedio y se caracteriza por su excelente clima organizacional basado en la premisa de que “los empleados son el activo más valioso para la empresa” para el logro de los objetivos. En este caso, la empresa “A” podría decidir vender o fusionarse con la empresa que ofreció el precio de compra más alto, lo cual es, ciertamente, legal. Sin embargo, desde el punto de vista de la ética, esta decisión no es correcta, pues los intereses económicos están primando sobre el bienestar de los trabajadores al elegir la primera alternativa, porque es claro que esta empresa no se preocuparía por mantener al personal satisfecho y en buenas condiciones laborales. En cambio, si la empresa “A” optara por aceptar la segunda propuesta estaría tomando una decisión correcta desde la perspectiva ética, ya que estaría eligiendo “buenos dueños” en pos del bienestar de su personal y no solo pensando en sus intereses económicos[2].
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